Los primeros que derramaron su sangre por fidelidad a Jesucristo en Japón, en el año 1597. Y la historia empieza así: 'En 1846, un estudiante de quince años lee en un Instituto de Verona el relato del suplicio de Pablo Miki y de sus compañeros mártires del Japón, lo que le produjo una vivísima impresión y el nacimiento de su vocación misionera. Se llamaba Daniel Comboni, el apóstol de la «Negritud», ese continente africano al que dedicará toda su vida. Los misioneros combonianos, fundados por él, tienen desde entonces una viva presencia en los países de misión de África...'