Alejados de excesos retóricos y de asociaciones libres, estos poemas de Anne Talvaz fusionan la descripción del mundo en su materialidad más aciaga y en sus detalles deslumbrantes, cierta veta confesional también en el tradicional sentido religioso y la virtud de la imagen inesperada, siempre cargada de una cuota de ironía. Todo ello los vuelve generosamente «legibles», osados y directos aunque no simplistas y, como toda buena poesía, capaces de sorprender y conmover no sólo por lo que comunican, sino porque saben ser en las palabras con la gracia del habla, la agudeza del ojo, la precisión para elegir en un pródigo acervo de escritura en varias lenguas y acompañarnos para vivir nuestro tiempo.