Para ÉMILE ZOLA (París, 1840-1902), el amor en el siglo XVII es un gran señor empenechado [
] que entra en los salones precedido por una música solemne; en el XVIII, un granuja desaliñado [
] que desayuna con una rubia, cena con una morena y trata a las mujeres como diosas generosas; y en el XIX, un joven formal, correcto como notario, que tiene rentas del Estado
. Así pues, el amor heroico del XVII, el amor sensual del XVIII se han convertido en el amor pragmático que se concluye a toda prisa como un negocio en Bolsa. El hombre actual no tiene tiempo para amar, y se casa con la mujer sin conocerla
y sin que ella lo conozca a él