Aunque la frecuente atención que dedican los medios a la identificación de delincuentes mediante el ADN da la impresión de que la dactiloscopia ha quedado anclada en los tiempos de Sherlock Holmes, lasestadísticas de ambas técnicas cuentan una historia diferente. Hasta marzo de 2000, el departamento de policía de la ciudad de Nueva York había conseguido, con la técnica del ADN, un total de 200identificaciones de sospechosos. En cambio, en 1999, en un solo año, había efectuado 1.117 identificaciones a partir de huellas halladas en el lugar de un crimen, seis veces más que las logradas con ADN entoda la historia del departamento.(COLIN BEAVAN) Desde las pinturas rupestres, la huella de la mano siempre ha sido un signo identificador de la humanidad. Ya en el 600 a.C. chinos y japoneses la utilizaban para firmar contratos, y más de mil trescientos añosdespués, en 1859, un gobernador inglés de un distrito de Bengala incorporó esta aplicación a documentos oficiales. Las sociedades industrializadas necesitaban cada vez más medios de identificación duraderos, objetivos y fiables, y el interés de algunos científicos por las huellas dactilares, en principio sin propósito práctico, sentó las bases para una nuevo sistema de control cuya eficacia en la investigación criminalacabaría siendo demostrada. Pero el camino hacia esta demostración fue largo y difícil, pues a la policía y a los jueces les costaba creer que la simple marca de un dedo pudiera ser una prueba irrefutable.Huellas dactilares es la fascinante reconstrucción de la vida y los esfuerzos de los pioneros de la nueva técnica dactiloscópica, de sus batallas científicas y legales, y de los primeros casos criminales en queintervinieron.