París, abril de 1936. Tras años de éxito arrollador a ambos lados del Atlántico, el matrimonio Prokófiev decide trasladarse a la Unión Soviética. Allí espera al compositor ruso el reconocimiento de un público entendido que, como él, ha sido formado en la edad de oro de la música rusa.La amenazante politización de la vida artística bajo el estalinismo acarrearía pronto a la familia Prokófiev consecuencias fatales. En 1948, Lina Prokófiev es arrestada, juzgada y finalmente condenada a veinte años de trabajos forzosos en el gulag. Cuando en 1974 abandona Moscú para siempre, es una infatigable luchadora que nunca podrá borrar de su memoria el descenso a los infiernos del estalinismo. Cantante como sus progenitores, Lina Prokófiev recibió una educación poco común en su época: cosmopolita y viajera, independiente y políglota (hablaba a la perfección más de seis lenguas), era también capaz de un sólido criterio artístico, lo que le granjeó el aprecio de los mayores creadores y artistas del siglo XX, cuyo recuerdo puebla las páginas de este libro: Picasso, Goncharova, Matisse o Lariónov; Ravel, Falla, Stravinsky, Rubinstein, Oístraj, Gilels, Goldenweiser, Andrés Segovia, Rajmáninov, Chaliapin o Toscanini, sin olvidar a Chaplin, Stanislavski, Gorki, Eisenstein, Meyerhold, Tairov, García Lorca, Coco Chanel, Misia Sert o el gran Diaguilev... por mencionar sólo a algunos de entre una pléyade asombrosa.