Egipto fue uno de los grandes focos culturales de la Antigüedad y algunos de sus monumentos son universalmente reconocidos como las manifestaciones emblemáticas de una brillante civilización. Pero tras las pirámides o la esfinge de Giza, símbolos por antonomasia del Egipto faraónico, existió una estructura social, un modelo administrativo, una autoridad, unas formas de organización de la economía y una producción ideológica y cultural cuya interpretación plantea todavía numerosos interrogantes. Este estudio, centrado en el Imperio Antiguo (2650-2150 a.C.) o período de las pirámides, demuestra que la sociedad egipcia no fue una estructura estática e inmutable, tal como se había creído, donde los conflictos estaban sencillamente ausentes y donde el cambio social sólo podía ser fruto de factores exógenos invasiones, catástrofes naturales. Como si la solidez pétrea de las pirámides hubiera impregnado el conjunto de la sociedad egipcia del III milenio. Gracias a las rigurosas investigaciones del autor, se pone de manifiesto el dinamismo y el potencial de transformación del mundo egipcio, tanto en la esfera institucional palacios, templos como en el ámbito rural, cada vez más presionado por el Estado a través de impuestos, tasas y trabajos forzados. Todo ello explicará el colapso de la estructura social y económica del Imperio Antiguo a finales del III milenio.