Hay mucha realidad seca a nuestro alrededor y no resulta fácil hacer una lectura que entusiasme cuando el mundo que se nos muestra en el telediario y en las redes sociales es más un escenario de decepciones que una bocanada de coraje. Una sociedad líquida, ciertamente, que va desha-ciendo aquellos vínculos indiscutibles que la mantenían cohesionada. El incremento de la violencia, el desarraigo familiar, la desconfianza hacia lo institucional, el desam-paro social, la vulnerabilidad de los más pobres, la pérdida de sentido de lo sagrado y del respeto a las personas, las heridas del ambiente social, las disfunciones de la econo-mía y la falta de protección del medio natural, y un largo etcétera, configuran la sequía personal, social y ambiental que nos preocupa. Y la pregunta: ¿dónde provocar y encontrar brotes de vida? Cuando ya no reconocemos ninguna instancia por encima de nosotros, cualquiera en nombre propio puede erigirse en ídolo, con el riesgo peligroso de que incluso llegue a exigir sacrificios humanos. Y, si no, ¿cuál es el resultado del terrorismo institucionalizado? Y, ¿cuál la debilidad de las democracias sin principios éticos que no confundan el bien común con el consenso manipulado? ¡Brotes de vida! Esta tiene que ser la preocupación y la voluntad de ponernos todos a hacer deberes cada día. Hay muchos que ya lo hacen. La lectura de los hechos de cada día y las experiencias que dan lugar a todo lo que se escribe en este libro quieren ser una prueba evidente.