La sociedad y la Iglesia se encuentran bajo el signo de la transformación y el cambio. Esta situación, dramática en ocasiones, influye de manera significativa en la percepción del ministerio sacerdotal, de su existencia y su tarea. Todos los aspectos que conforman este hermoso y necesario servicio eclesial encuentran en la eucaristía su expresión más profunda y luminosa. En ella se transparenta el pueblo de Dios que camina hacia la felicidad (beatitudo) completa y permanente del Dios de Jesucristo. Y en ella y a partir de ella el sacerdote se convierte en «servidor de la alegría», aquella que brota del anuncio del mensaje pascual.