En el siglo XVII, un fraile trinitario que fue ejemplo de dedicación total a Dios. Y la historia empieza así: 'Eran los últimos años de la decimosexta centuria. Corría el año treinta y cinco del reinado del rey Felipe, el segundo de los Austrias, y en Roma reinaba el papa Gregorio XIV. Cuando era virrey de Cataluña Pedro Luis Galceran de Borja, maestro de Montesa, Jerónimo de Oluja era gobernador de Osona, Pedro Jaime era obispo de Vic y Onofre Sala era alcalde, Dios concedió un don singular a la ciudad de Vic: el nacimiento el día 29 de septiembre de 1591, de un niño, hijo de Enrique Argemir, notario, y concejal del ayuntamiento de la ciudad, nacido en Centelles, y de Monserrat Mitjà, hija de un maestro peletero y natural de la ciudad de Vic. El niño fue bautizado con el nombre de Miguel, porque era el nombre del ángel a quien estaba dedicado el día que vio la luz del mundo...'