El triunfo de la voluntad se distinguió de esas otras películas de propaganda nazi por dos razones. Primero, porque está extremadamente bien hecha. (Y el hecho de que es un excelente trabajo de propaganda es en parte lo que la hace tan perturbadora.) Pero la película es más que propaganda de primera clase. También es una obra de arte. Un trabajo de imaginación creadora y estilística formalmente innovador, cada uno de sus detalles contribuye a su visión central y a su efecto total. La película también es muy, muy bella. El triunfo de la voluntad puede ser calificada adecuadamente de obra de arte porque ofrece una presentación bella y sensible una visión del pueblo alemán, el Führer y el Reich en un género artístico reconocido (el documental) de un medio artístico reconocido (el cine). Es el hecho de que El triunfo de la voluntad sea un trabajo excelente de propaganda y una obra de arte lo que explica por qué la película de Riefenstahl tiene algo más que un interés histórico y por qué ocupa un lugar en los cursos de cine y no precisamente en las clases de historia.