La obra de Bigas Luna ha sido, desde sus inicios, general, global, transdisciplinaria. Más que un director cinematográfico, es un creador imaginario que trabaja con la imagen móvil y con la palabra escrita; un artista que recubre todo lo que toca de luminosidades y de oscuridades. En cada microcosmos disciplinario que le ocupa emplea materiales diversos rompiendo patrones y géneros; funda contaminaciones con los códigos, con las técnicas; consigue maridajes no usuales, pero sobre todo visuales, porque está cabalmente convencido de que a pesar de las sublimaciones el ser humano sigue siendo un animal y, por tanto, la obra responde a una pulsión que, como tal, ha de ser devorada. De ahí su preferencia por el exceso en cualquiera de sus manifestaciones, por las derivaciones, en suma, de cualquier implicación vital. Bigas Luna. El ojo voraz, recorre la obra del artista reconociendo la gradual evolución de sus films desde sus primeras películas, más lóbregas, más tenebrosas, más sórdidas, hasta las de corte más luminoso, sus films mediterráneos. El análisis por separado de cada film constituye en realidad un procedimiento destinado a facilitar una comprensión de la evolución global de este creador poliédrico que, en su inquietud por la exploración de nuevas expresiones artísticas, acorde con su vocación gráfica, últimamente ha abordado la dirección teatral y el montaje del Pabellón de España en la Exposición de Shanghái.