Carteles, anuncios luminosos, periódicos, revistas ilustradas, fotografías, películas, llenan las ciudades después de la Primera Guerra mundial. La mecanización del trabajo se combina con un incremento de las imágenes realizadas en serie. Nadie puede permanecer ajeno. Tampoco los artistas. Y Miró no es una excepción. En contacto con la nueva cultura visual, su pintura, e incluso su manera de pensar, se adaptan a ese impacto. Su obra pasa por el filtro de la caricatura, la publicidad o la prensa diaria. El trato con esos materiales -junto con otros, como la fotografía o el cine- modifica su percepción de la realidad, pero también su manera de entender el trabajo artístico. Como consecuencia, el collage, la ejecución de objetos, e incluso el alejamiento de la pintura dominan su producción entre las décadas de 1920 y 1930. Al abordar estas cuestiones, Fèlix Fanés nos presenta a un Miró distinto al de su imagen habitual. Frente al artista «puro» e «incontaminado» emerge un pintor atento a la realidad de su tiempo y dispuesto a sacar consecuencias de la contradicción entre alta cultura y cultura popular producida industrialmente.