Vitalista, solitario, mundano, paradójicamente pudoroso, el Eduardo Arroyo que se nos revela en esta conversación revisa su historia, desde la actividad política de extrema izquierda, a la España que le impone el exilio; desde la infancia de huérfano temprano, a la hiperactividad juvenil y madura; desde la crítica irónica del presente rabioso, a la mirada utópica al futuro imposible.