Cada generación de creyentes tiene la obligación de responder a la pregunta esencial que plantea su fe: ¿Cuál es el núcleo central, el eje que hace girar comprensible y coherentemente aquello que cree? El depósito de la fe es visto en cada época a la luz de la respuesta que se dé a este interrogante irrenunciable. Bruno Forte busca una respuesta que sirva a sus contemporáneos. Considera que las definiciones dadas durante los siglos XIX y XX ?Feuerbach, Harnack y Guardini? sobre la esencia de la fe cristiana son insatisfactorias para los hombres y mujeres de hoy, pues ha cambiado el contexto y la sensibilidad. A la modernidad, síntesis fuerte de las ideas ilustradas, le ha sucedido la posmodernidad, donde el fragmento, lo individual y el presente han generado un relativismo de todo aquello que pretende ser universal, común y eterno. La esencia del cristianismo en la posmodernidad trata de recuperar lo que siempre ha sido pero desde la sensibilidad de nuestros días. A saber: la tolerancia, nacida de la aceptación de las ideas de las otras creencias que aluden a lo que es común; la belleza, uno de los trascendentales del ser sobre el que existe un consenso general; el amor, entendido como salida de sí y encuentro en el seno acogedor de un padre-madre de todos que devuelve la comunitariedad perdida y sin embargo ansiada. Con todo, Bruno Forte no ofrece un difuso irenismo en el que todo es válido. Para él, la esencia del cristianismo se sintetiza en el icono de la trinidad cristiana: Padre, Hijo y Espíritu son ese eje que pone el dinamismo, ese núcleo que genera respuestas coherentes.