Los años noventa del siglo pasado fueron testigo de un florecimiento notable de las reflexiones estéticas consagradas a la estética. Lo más sorprendente es que estos debates encontraron, al menos durante cierto tiempo, un eco público más allá de la esfera de la filosofía profesional, sobre todo en lo que se ha dado en llamar «el mundo del arte». De ahí a creer en un renacimiento de la propia doctrina estética no hay más que un paso, que algunos filósofos se han apresurado a dar. El objeto de este ensayo es mostrar el carácter ilusorio de una creencia así incluso de una esperanza así.