Aunque Las cartas cayeron boca abajo da cuenta del cerco de Huesca durante la Guerra Civil, no hay en la novela una relación directa con la representación histórica. La muerte y la violencia están presentes, pero todo acontece en un mundo estático, de cotidianeidad en los frentes, con personajes caricaturescos y escenas grotescas. La duda sobre los ideales que mueven al enfrentamiento, la responsabilidad de quienes azuzan las hostilidades y el sufrimiento como único saldo por evaluar cuestionan la moralidad de la guerra y escoran el conflicto hacia lo trascendente. Desde este ángulo reducido, la pugna se torna indagación filosófica.