Kualid vive con su madre y su abuelo en Kabul, en uno de los barrios más castigados por la continua guerra que viven desde hace décadas. Como a todos los críos de su edad, le gusta jugar y aprender cosas nuevas de la vida. De día trabaja con su primo Said rellenando con tierra los agujeros que los morteros abren en las calles; de noche duerme, pero no es capaz de soñar. Duerme las noches en negro, sin sueños. Cuando Said es enviado a la escuela coránica, donde le enseñarán a obedecer indiscutiblemente el deseo de Alá y de Shari?a y le adiestrarán para eliminar a los infieles con cualquier medio, Kualid empieza a frecuentar la tienda de Babrak, uno de los mejores calígrafos de toda la ciudad. Su relación con Babrak hace que su mente encuentre una vía de escape, una manera de ver de otro modo la mísera existencia que sobrelleva. La fantasía será el camino iniciado para que todo a su alrededor semeje tomar vida de repente y se aleje de la crudeza de la guerra. Pero Babrak no solo le enseña el arte de comunicar mediante la tinta y el pincel, sino que también le transmite valores importantes como la fortaleza de ánimo y la esperanza. El regalo más precioso del calígrafo, sin embargo, será una pequeña cometa pintada, y con ello la certeza, para Kualid, de ser, también él, capaz de soñar. Desagraciadamente, la realidad de Kabul está a años luz de ser siquiera amable con sus habitantes, y Kualid sentirá en propia carne que el precio que hay que pagar por los sueños, puede revelarse muy alto.