El verbo vivir nombra al mismo tiempo lo más elemental de nuestra condición —estar vivos— y la más absoluta de nuestras aspiraciones: ¡Vivir al fin! ¿Pues qué otra cosa podríamos desear que vivir? Vivir es eso con lo que estamos siempre comprometidos de antemano y al mismo tiempo eso que jamás conseguimos alcanzar plenamente. Pero la tentación de la filosofía, desde los griegos, ha sido duplicar la vida: oponer al vivir repetitivo, biológico, eso otro que ella denominará, proyectándolo en el Ser, la «vida verdadera». Al rechazar esta relación y transitar entre el pensamiento del Extremo Oriente y la filosofía, lo que busco en este libro son aquellos conceptos que nos permitan adentrarnos en una filosofía del vivir: el instante, la emergencia frente al resultado, el intersticio y la ambigüedad; o eso que llamaré, tomando prestada una expresión en lengua china, la «transparencia de la mañana». De modo que me preguntaré cómo, para poder captar el vivir, cada concepto debe abrirse a su contrario. ¿Pues cómo es posible alcanzar el aquí y el ahora sin que la inmediatez nos absorba, pero sin dejar que se nos escape? Ello implicará desarrollar una estrategia del vivir que sustituya a la moral. De lo contrario, corremos el riesgo de abandonar el vivir a las banalidades de la razón; tanto al gran mercado del desarrollo personal como al bazar del exotismo. Pues entre el uno y el otro, entre la salud y la espiritualidad, ¿acaso no ha dejado la filosofía —por desgracia— una tierra baldía?