Lejos de toda celebración hagiográfica, los ensayos reunidos en Heidegger y el arte de verdad pretenden enfrentar -a veces, contra y más allá de Heidegger-Ia palabra del pensador con el verbo desgarrado del poeta, con la infraimagen transfigurativa de las artes plásticas hodiernas, y, desde luego, con la cuestión extrema: ¿es posible, hoy, habitar la tierra, si es que aún se da algo así como "tierra", más allá de toda reivindicación del terruño y de la Patria? ¿Es posible contar hoy, todavía, con el mundo, si es que "mundo" es algo distinto a peso y medida, a cuenta y razón, algo así como un ancho vano que hace posible rasgo y traza, son y claridad? Entre la pública corriente de opinión (rabiosamente "metafísica", sin saberlo) del mezquino espectáculo efímero de masas crecientes y la roca maciza -y por ello, obtusa del misticismo oscurantista, que repite salmódico el exhorto salvífico... Heidegger Y el arte de verdad intenta situarse en esa estrecha franja que da tiempo y abre espacio, allí donde, ejemplarmente, la abierta esfera de Oteiza expele, espejeante, lugares cálidamente civiles. A la escucha de la palabra expectante, la palabra que palpa y palpita.