Las consecuencias sociales y éticas de los avances científico-tecnológicos requieren de un nuevo contrato social para establecer un diálogo efectivo entre los productores de know-how (los investigadores), los traductores de dichos conocimientos (el ámbito empresarial e institucional) y los ciudadanos. Para lograrlo, es necesario que no se produzcan desajustes ni desequilibrios entre los interlocutores, y ello sólo es posible si se traslada al gran público la dimensión culturalista de la ciencia. La ciencia entendida no como factor de producción, sino como estructura de conocimiento. Sólo entonces será posible un diálogo social efectivo, democrático y abierto.En este manuscrito poco ortodoxo, libre y abierto, las reseñas bibliográficas completas no se recogen a lo largo del texto, pero si la autoría de muchos de los argumentos aquí expuestos. Siendo cientos las lecturas que han iluminado las ideas y el sentir de este libro, desde un panfleto de publicidad hasta los libros seminales de los autores clásicos, sería injusto y poco riguroso someter a evaluación el impacto ponderado de cada una de ellas en la trama argumental del texto. En cualquier caso he de confesar mi debilidad por autores contemporáneos como Edgar Moir, Javier Echeverría o João Caraça, cuyo pensamiento me ha descubierto el nuevo paradigma del hombre emergente.