Mika Etchebéhère buscaba desde hacía mucho tiempo, quizá desde siempre, un lugar donde hacer realidad sus ansias de lucha y cambio social, y lo encontró en las trincheras de un país en guerra. Se unió a las miles de personas que recorrían el territorio de la esperanza atravesado por la muerte y el miedo. Vivió el día a día de los asedios, el hambre y la miseria de la contienda; pero también la solidaridad y la alegría de saber que su esfuerzo podía transformar el mundo.