Nicolás era un niño que tenía mucha imaginación. Un día que se sentía solo creó un amigo imaginario para no estarlo. Lo fue creando poco a poco. Poniendo en cada detalle toda su ilusión. Eligió el azul para el cuerpo añadiéndole manchas púrpuras. En su pequeña cabeza le crecieron dos cuernecitos y para observar y ver lo que tenía a su alrededor solo le hizo falta un ojo. Su amigo imaginario era tierno, cariñoso y siempre estaba feliz.