Ángel Ayala, como fiel hijo de san Ignacio, vivió entregado a la acción apostólica y mantuvo siempre una intensa dedicación a la interioridad contemplativa. Desde el inicio de su ministerio, buscó con denuedo la formación de sujetos para el apostolado y la labor social. Sabido es que el P. Ayala repetía con calculado tesón pocas ideas, y en ello des-taca la insistencia con que rodea la vida interior y la acción externa del apóstol seglar. Hombre práctico y de extraordinario sentido común, ponía en las virtudes un acento intensivo continuado; algo que contribuye a garantizar, en todo momento, la genuinidad del espíritu evangelizador.