A 160 kilómetros de Reno, la capital de los juegos de azar, en el norte de Nevada hay una gran llanura hostil conocida como el desierto de Black Rock. Durante la mayor parte de los últimos 10.000 años, la región ha sido el lecho seco de un lago solitario y azotado por el viento. Pero esta imagen cambia durante una semana al final de cada verano, cuando una ciudad efímera surge de la arcilla árida.Es el escenario surrealista y asombroso del Burning Man. Abrasado por el sol y envuelto en una nube de polvo, este festival adquiere distintos significados en función de quién lo describe: comunidad efímera, aventura espiritual, escenario de espectáculos, rave en pleno desierto o experimento social. Además, acoge algunas de las mejores muestras de arte concebido para un lugar específico: un pulpo mecánico que escupe fuego, un colosal templo de madera de 15 metros de altura y el hombre al que se refiere el nombre del festival, una escultura esquelética a la que se prende fuego cuando el evento llega a su fin.En esta edición actualizada con nuevas imágenes, el escritor y fotógrafo NK Guy reúne instalaciones de 16 años de Burning Man. Sus deslumbrantes fotografías plasman estas creaciones y los happenings colectivos y efímeros del desierto, que existen simplemente porque alguien ha querido expresar algo con ellos. El resultado es el testimonio de un reino al margen del ego, el comercio y la industria cultural convencional: uno de los espacios de expresión más puros y desinhibidos de nuestro tiempo.Con prólogo de David Best, artista y diseñador de templos de varias ediciones del Burning Man, y un texto sobre el futuro del festival firmado por una de sus fundadoras, Marian Goodell.