Los primeros grupos cristianos aparecieron y se desarrollaron en el territorio siro-palestinense en conexión directa con el Jesús histórico. Configuran un movimiento de renovación más en el seno del judaísmo, que convivió con otros colectivos, como los fariseos, esenios, profetas, revolucionarios. Sus primeros miembros fueron carismáticos itinerantes que practicaban y predicaban una ética muy radical, pero el nacimiento de comunidades estables moderó ese radicalismo y el nacimiento de nuevas figuras dentro de aquellas iglesias. Como grupo social, los primeros cristianos estuvieron condicionados por el contexto en el que nacieron: una sociedad judía en crisis bajo el dominio romano y con numerosos conflictos. Por ello, el autor dedica buena parte de su estudio a analizar los factores económicos (distribución de riqueza y pobreza), socioecológicos (diferencias y conflictos entre la sociedad rural y la urbana), sociopolíticos (ejercicio del poder por los romanos y la aristocracia judía) y socioculturales (relaciones entre el judaísmo y la cultura helenística que los rodea) que configuraban dicho contexto. Pero el movimiento de Jesús no puede ser presentado sólo como reflejo de un contexto. Su novedad e importancia radica en que, apartándose de propuestas de cambio político y violento, respondió a la situación de crisis y conflicto con ideas y valores religiosos y éticos que supusieron una revolución. Todo este análisis nos permite descubrir la singularidad del movimiento de Jesús y explicarnos por qué fracasó en el ámbito judío en el que nació, mientras que se difundió, triunfó y transformó una cultura tan fuerte como la romano-helenística.