Conozca al artista cuyo majestuoso influjo se difundió por todo el mundo. Hokusai (1760-1849) no es sólo uno de los gigantes del arte japonés y una leyenda del periodo Edo, sino también uno de los fundadores de la modernidad occidental. Su prolífica gama de grabados, ilustraciones y pinturas conforma una de las expresiones más completas del género artístico ukiyo-e, y es una de las referencias fundamentales del japonismo. Su influencia alcanzó al impresionismo, el Art Nouveau y el Jugendstil, entre otros, y cautivó a autores de la talla de Claude Monet (que compró 23 de sus grabados), Berthe Morisot, Edgar Degas, Mary Cassatt y Vincent van Gogh.Hokusai fue siempre un hombre activo. A lo largo de su vida cambió de domicilio más de 90 veces y sustituyó su propio nombre por al menos siete seudónimos profesionales. En su arte mostró la misma inquietud, cubriendo el espectro completo del ukiyo-e japonés (la pinturas del mundo flotante), que es un género pictórico y de grabados realizados mediante xilografía en el que se encuadran desde estampas sueltas con paisajes y actores hasta libros eróticos, álbumes de grabados e ilustraciones para antologías poéticas y novelas históricas. Hokusai también realizó surimono, estampas de carácter privado que se imprimían en ocasiones especiales.La serie de grabados de Hokusai Treinta y seis vistas del monte Fuji, publicados entre 1830 y 1834, es la obra más famosa del artista. Muestra el pico del monte elevándose en diferentes estaciones y desde diferentes puntos de vista, y supone la cima del grabado paisajista japonés. La serie La gran ola de Kanagawa, también conocida simplemente como La gran ola, muestra algunas de las imágenes del arte japonés más conocidas en todo el mundo.Este libro de TASCHEN abarca la carrera completa de Hokusai y presenta las obras clave de su amplio porfolio. A través de estas piezas y series, tan majestuosas como meticulosas, recorre la variedad de temática tratada por el artista, desde libros eróticos hasta novelas históricas, así como la evolución de su vívido formalismo y su peculiar organización del espacio por medio del color y de la línea, que liberaría el arte occidental de las limitaciones de la perspectiva única y daría rienda suelta al impulso modernista.