El Cratilo, verdadera primicia de la filosofía del lenguaje, es una de las obras más difíciles salidas de la pluma de Platón. De un lado, en él se esbozan ideas de gramática y semiótica –semántica, sintáctica y pragmática–, se analiza el lenguaje griego real y se esboza un lenguaje ideal; del otro, está tachado por la enorme dificultad que le imprimen el tono irónico de Sócrates y el anonimato de sus interlocutores, la larga y misteriosa lista de etimologías y la dinámica dialéctica del discurso. Ese poder de sugestión y repulsión, signo inequívoco de todas las grandes obras, explica que filósofos y filólogos de todos los tiempos le sean deudores, desde Aristóteles y Dionisio el Tracio hasta Saussure y Gadamer. Su distinción entre rectitud natural y convencional de los nombres marcó un hito insuperable en la teoría de los signos; sus ideas sobre el cuerpo humano como signo viviente y primordial, sobre la pintura y la música como paradigma del lenguaje escrito y oral, sobre el signo perfecto, «doble» o biunívoco, como signo realmente inútil, encierran virtualidades todavía sin explotar. La edición del profesor Atilano Domínguez ofrece una serie de instrumentos de gran utilidad tanto para el lector general como para el estudioso. Unos son de carácter general: la extensa y documentada introducción, las notas al texto platónico, el índice analítico, y una bibliografía que contiene las principales ediciones y traducciones del Cratilo, así como el listado alfabético casi completo de cuantos estudios se le han dedicado. A esos instrumentos generales, se añaden otros específicos que intentan responder al carácter propio de la obra: la introducción de nuevos párrafos, la estructuración sistemática del texto platónico, con sus epígrafes también entre corchetes, el índice, en caracteres griegos, de las doscientas etimologías recensionadas en esta obra, con sus diversas acepciones. Además, se han incorporado al índice analítico, en caracteres latinos, los términos griegos que corresponden a los castellanos.