Cuando las tremendas e increíbles noticias del desastre de Isandlwana alcanzaron el corazón del Imperio Británico, la sociedad victoriana no podía dar crédito a que unos salvajes hubieran aniquilado a buen número de tropas profesionales, que además pertenecían a uno de sus regimientos de infantería más legendarios. La entonces primera superpontecia mundial terminaría imponiendose a costa de movilizar miles de hombres contra un pequeño pais africano compuesto por 300 clanes y unas 300.000 almas, que bajo el nombre Zulú, llevaban unidos unos 60 años.