Una novela sobre los avatares laborales y personales en una fábrica de zapatos española en esta época de crisis.«Un estudio publicado en Estados Unidos determinó que leer ficción nos ayuda a ponernos en los zapatos de los demás.»La NaciónLos zapatos y la literatura mantienen una vieja y prolongada relación. Llegue con recordar desde el famoso zapato de cristal de La Cenicienta -quizá la primera metáfora narrativa sobre la virginidad y sus extravíos- hasta El zapato de raso de Paul Claudel, pasando por Los zapatos rojos de Andersen y sin olvidar, si nos queremos meter en prosas periodísticas más cercanas, el famoso lanzamiento de zapato con el que Muntadhar al-Zaidi bombardeó al ínclito George Bush.Aquí la cosa va también en cierto modo de zapatos, zapatazos y pérdida de la virginidad. De la virginidad empresarial, si me permiten columbrar que tal cosa es posible. Pues un heredero un tanto despistado y drogadictillo recibe como herencia tras la muerte de sus progenitores una fábrica de zapatos sita en las muy laboriosas tierras alicantinas. Y no se le ocurre otra cosa que querer convertirse en empresario honesto y pagar lo justo a cada miembro del antaño sujeto revolucionario. Radical contradicción que, como todos ustedes se imaginan, va a dar lugar a diversos desastres y desencuentros económicos, laborales, sindicales, amorosos y criinales. La Cenicienta trabajando en una fábrica de zapatos.Aprovechando que la crisis pasa por Valladolid, se habla mucho, demasiado, pienso yo, de novela social. En cuanto aparece un pobre, un precario, un desahucio o un maltrato, hasta los críticos más académicos se nos ponen sentimentales. A ver si hay suerte y esta novela cuela en la moda. Aunque mucho me temo que no lo tiene fácil, porque esta novela habla de los que hablan las verdaderas novelas sociales: de la lucha entre el capital y el trabajo. Y en directo, con las plusvalías al aire y sin paños ni apaños sentimentales.Reseña:«Made in Spain señala con el dedo al capitalismo, pero no se conforma con mostrarlo, además lo explica. Porque, a veces, aunque no lo parezca, también se puede hablar de capitalismo en literatura, sin que por ello se pierda por el camino eso que llaman -y casi nadie ha definido- calidad literaria.»David Becerra, rebelión.org