L. G. Egido (Salamanca, 1928) empezó su carrera literaria a los sesenta y cinco años y nunca se presentó a ningún Premio. Pero le han concedido varios, entre ellos el Premio Nacional de la Crítica, 1995, por su novela El corazón inmóvil, que el mismo año fue finalista del Premio Nacional de Literatura, el Premio Ciutat de Barcelona y el Premio Elle; Premio de las Letras de Castilla y de León, 2004, por toda su obra; el año 2003 le habían galardonado con el Premio de la Crítica del Instituto de la Lengua de Castilla y León, por La piel del tiempo. Anteriormente, le habían dado el Premio Miguel Delibes, 1993, por su primera novela, El cuarzo rojo de Salamanca, y en el 2009 le fue otorgado el Premio Villalar, de novela histórica, por su obra Los túneles del paraíso. Todas estas obras fueron editadas por Tusquets Editores. Con motivo del IV Centenario del Quijote, publicó dos ensayos, La razón de la sinrazón y La sinrazón de la razón, Editorial Visor. A caballo entre el reportaje, el ensayo, la poesía, la ficción, la autobiografía y la denuncia, este libro intenta alcanzar lo que la crítica literaria llama “la literatura total”, que, más allá de los géneros y desde una finalidad estrictamente literaria, ofrece una plural mirada sobre la sociedad y la historia contemporáneas y sobre un hombre actual y sus circunstancias personales, tanto biológicas y económicas como morales y sentimentales. Esta panorámica, crítica y reveladora, tiene su hilo conductor en una jornada cualquiera vivida por un hombre de la calle, con inquietudes intelectuales y óptica original, que, a través de las anécdotas cotidianas, despertarse, ducharse, desayunar, trabajar, pasear, leer, evocar el pasado, recordar a los amigos, componer un cuadro de afinidades y rechazos y ensayar la óptica de la libertad, es al mismo tiempo, un autorretrato del autor y una declaración de principios morales, en defensa del individuo y del yo precario, amenazado por la sociedad de consumo y la globalización mercantil todopoderosa y omnipresente. Una llamada de optimismo y una invitación a la resistencia frente a los poderes fácticos y sus telones de humo.