Con la ayuda de la arqueología reciente, este libro establece las bases para reflexionar sobre una ciudad que hunde sus raíces en la historia. El Castillo (oppidum) y el puerto antiguo (emporio) constituyen el binomio topográfico del desarrollo de la población a lo largo de un periodo largo y complejo, y contribuyen a ilustrar mejor el escenario de la segunda guerra púnica que decidió la hegemonía de Roma en el Mediterráneo occidental. El acceso de la ciudad ibérica al comercio mediterráneo abrió el horizonte de la sociedad saguntina a las culturas fenicia, griega y púnica, y fomentó la gestión de los recursos de su entorno, como los viñedos y la explotación del vino; repercusiones que tienen en la cerámica, en las monedas acuñadas localmente y en la tipología constructiva sus mejores exponentes. Sagunto destaca por su temprana vinculación a Roma. Su foro republicano es, tal vez, el mejor documentado de entre los de las poblaciones originariamente ibéricas. El municipio de ciudadanos romanos será el resultado de la política de Augusto que compensa simbólicamente la fidelidad de los saguntinos con un programa urbanístico fuera de lo común que incluye un nuevo foro, un teatro y un circo. La memoria de Sagunto forma parte de la erudición renacentista e ilustrada y trasciende el interés local o regional. En este sentido en este libro se presta una atención específica al valor que la ciudad tiene como patrimonio histórico universal.