El debate central del anarquismo de finales el XIX sobre el amoralismo y la legitimidad del robo o el uso de la dinamita como prácticas revolucionarias estarán muy presentes cuando Kropotkin publique La moral anarquista. Con esta obra, Kropotkin fija las líneas maestras de un proyecto largamente acariciado: establecer una filosofía moral para el anarquismo. Kropotkin defiende que la filosofía anarquista se basa en la filosofía de la evolución y que existe una moral pública anterior a la ley basada en hábitos de moral surgidos de la cooperación, una cooperación necesaria en la lucha por la existencia y más importante para la evolución que la lucha dentro de cada especie. Las necesidades de la vida en sociedad requieren de hábitos morales, unos hábitos que permiten fundar una teoría moral. Kropotkin define una moral que se aleja radicalmente de los sistemas éticos basados en la recompensa y el cálculo utilitario en la vida presente o futura, y apunta a una moral nueva sin ningún tipo de sanción ni obligación.