Contrariamente a lo que se suele creer, el Banco Mundial no tiene como misión combatir la pobreza. En realidad, en lugar de combatirla, la reproduce. En la práctica, el Banco Mundial y su hermano gemelo, el Fondo Monetario Internacional (FMI), son instrumentos de subordinación utilizados por las potencias más industrializadas para imponer sus intereses a los países del Sur ahogados por una deuda en la mayoría de los casos impagable. Por otra parte, desde sus orígenes hasta hoy estas instituciones han sido reticentes a considerar el respeto a los derechos humanos como algo que hay que tener en cuenta a la hora de conceder sus préstamos. El Banco Mundial no ha tenido ningún reparo en apoyar financieramente a las dictaduras más sangrientas, y la política que preconiza con frecuencia constituye en sí misma una violación de los derechos humanos fundamentales. Con un rigor extremo, aportando toda clase de datos, este libro analiza las políticas del Banco desde sus comienzos hasta 2006, situándolas en su contexto político y geoestratégico, con resultados reveladores y que a menudo sorprenderán a quien ingenuamente crea que las instituciones financieras internacionales pretenden resolver los problemas de miseria, desarrollo, medioambiente, sanidad o educación de los países sometidos a sus dictados.