El físico Albert Einstein (1879-1955) y el lógico-matemático Kurt Gödel (1906-1978) mantuvieron una estrecha y fecunda amistad durante años, sobre todo cuando, huyendo de la amenaza del nazismo, los dos se reencontraran a principios de los cuarenta al otro lado del Atlántico, en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. Ambos provenían del deslumbrante ambiente cultural austro-germano de comienzos del siglo xx, cuyos científicos, filósofos y artistas sentaron las bases para una nueva y fascinante comprensión de la realidad. Si con su célebre teoría de la relatividad, Einstein obligó a replantear la noción newtoniana de un espacio y un tiempo absolutos, el llamado teorema de incompletitud de Gödel fue la aportación más revolucionaria a la lógica desde Aristóteles.Pero es menos conocido un escrito de 1949 en el que Gödel extraía las consecuencias de la teoría de la relatividad y en el que se atrevía a plantear abiertamente la inexistencia del tiempo y la consiguiente posibilidad de viajar hacia el pasado. El propio Einstein reconoció que aquel texto representaba «una contribución importante a la teoría general de la relatividad». Un mundo sin tiempo no es tan sólo el relato de las amarguras y obsesiones que se ocultan en la vida de los genios, sino también la emocionante narración de cómo surge un gran descubrimiento científico y de los obstáculos e incomprensiones que a menudo debe vencer.