La teoría de la relatividad especial, formulada por Albert Einstein en 1905, no sólo es una de las piezas básicas de física, sino que ha atraído, además, la atención popular por su concepción del tiempo y del espacio. Era muy atrevido, desde luego, cambiar el estatus del tiempo como un ente absoluto, así que ¿cómo pudo Einstein llegar a su radical suposición sobre un tiempo que es relativo a quien observa? ¿Fue cuestión únicamente de resolver un problema interno de la teoría física, del electromagnetismo, o hubo algo más? Basándose en materiales hasta ahora inexplorados, el historiador de la ciencia Peter Galison ha encontrado en la tecnología, más concretamente en la necesidad de sincronizar relojes situados en lugares diferentes (como estaciones de ferrocarril), una pieza esencial para reconstruir ese rompecabezas histórico que es la génesis de la teoría de la relatividad especial. Y en esa reconstrucción no sólo aparece Einstein, sino el establecido y admirado matemático francés Henri Poincaré, quien casi logró ser él el creador de la teoría de la relatividad especial. Miles de páginas se han escrito en el pasado acerca de las ideas de estos dos genios de la ciencia con relación a la relatividad, pero ninguna de esas páginas contempló el problema con la originalidad con que lo ha hecho Galison, en cuya perspectiva ciencia, tecnología y filosofía se complementan en una síntesis admirable.