Algo ha cambiado en la cristología, algo que provoca desazón e inquietud entre los pastores y teólogos que tratan de dar razón de su fe en una época y una sociedad donde las evidencias se han debilitado. Y, sin embargo, porque Cristo es el mismo ayer, hoy y siempre en cuanto único y universal salvador de la historia, la teología está obligada a buscar formas nuevas de ofrecer al hombre contemporáneo la verdad, la belleza y la bondad que laten en él para todos desde el mismo interior de Dios, obligada por su señorío escatológico que no desprecia ningún presente histórico como cuerpo propio. Según esta lógica, donde el contexto funciona como una provocación que invita a la fe y a la teología a ser atrevidas a la hora de explorar nuevos territorios, el Cristo litúrgico se revela como fundamento de la cristología, al ser el lugar donde muestra su verdad y presencia viva. En la liturgia nunca puede ser solo pensado, sino que además debe ser acogido en una relación de adoración y discipulado, así como de camino fraterno con los otros. La liturgia se convierte así en el lugar donde integrar Escritura, dogma y caridad; memoria histórica y relación presente. Es, en definitiva, el lugar de juicio de todo pensamiento que quiera acercarse a la verdad real del Dios encarnado. Francisco García Martínez es profesor de Cristología en la Universidad Pontificia de Salamanca.