«Por identidad debemos entender, justamente lo más concreto, original y precisivo, la antítesis no resoluble en ninguna universalidad. Toda esta experiencia tal vez mal asimilada, ya Kant vio perfectamente que el entendimiento reduce a nada lo que no entiende, ha llevado al pensamiento moderno a una exposición inmanente de la transcendencia, expresable en formulaciones 'lógicas' más aún 'matemáticas', es decir, aberrantes de la identidad transcendente. Esta visión inmanente de la transcendencia es el origen de todos los desvíos y por supuesto miserias no ya metafísicas, a modo de ilusiones transcendentales sino morales, sociales, políticas, jurídicas, económicas y, en general, históricas. Es, pues, todo un mundo que hay que rehacer desde los cimientos, porque estos desvíos son tanto más graves en cuanto que movilizan no ideas, sino lo que es más sustancial: personas de carne y hueso, la historia concreta en defnitiva».