La profundidad de la crisis actual cuestiona a la modernidad y al capitalismo. Ya no se trata de reformar al Estado sino de cambiar los paradigmas que hacen a su existencia. El autor insiste en el rescate del pensamiento crítico y en la construcción de nuevas democracias desde abajo, abandonando el "denuncionismo" y el lloriqueo, que muchas veces se confunden con resistencia.