A comienzos del siglo V de nuestra era, nada les hacía prever a los habitantes del Imperio Romano de Occidente que a éste le quedaban décadas de existencia. Pese a todos los avatares internos y pese a la presión externa, el fin del mayor poder del mundo antiguo parecía una entelequia. Sin embargo, poco después el proceso de descomposición se aceleró y determinadas dinámicas internas, negativas a todos los niveles, se conjugaron con las acciones y fortaleza de unos pueblos bárbaros, cada vez más dinámicos y organizados, que deseaban asentarse en territorio imperial conforme el Barbaricum se volvía progresivamente un lugar más hostil. Aunque el debate sobre la caída del Imperio Romano es uno de los más apasionados, complejos y recurrentes de los anales de la historiografía, no se puede dejar de lado el factor bárbaro que contribuyó tanto a su caída como a la subsiguiente transformación de su legado. En este contexto, el pueblo vándalo jugó un rol preponderante pese a que su recuerdo haya sido oscurecido y alterado ahistóricamente en el presente de acuerdo con el uso en el lenguaje contemporáneo de términos como vándalo o vandalismo. De este modo, esta monografía tiene como objeto analizar la historia política y militar de los vándalos desde que penetraron en las fronteras romanas en el año 406 y, en particular, las diversas etapas del prolongado enfrentamiento con Roma. En éste harían uso de la piratería, una herramienta inusual que retrotraía las aguas mediterráneas a la época tardorrepublicana, bajo el liderazgo de su rey Genserico, uno de los personajes más trascendentes de la era de las migraciones. Mereció ser considerado por sus contemporáneos como el más astuto de todos los hombres y también como un nuevo Aníbal o el Anticristo redivivo.