«Me gustan con locura las excursiones a un mundo que creemos descubrir, las sorpresas súbitas ante costumbres que ni siquiera podíamos sospechar, la constante tensión del interés, la alegría para los ojos, ese estímulo constante del pensamiento. Pero hay una cosa, sólo una, que me arruina esas exploraciones encantadoras: la lectura de guías de viaje.» Todos aquellos a quienes las guías al uso los hastíen, y busquen en el viaje algo más que un simple desplazamiento con cambio de decorado, disfrutarán la lectura del viaje de Maupassant a Argelia. Más que describir los paisajes o los lugares visitados, el escritor francés da testimonio de la perplejidad que le produce el encuentro con un mundo, unas costumbres y unas gentes del todo diferentes (y que no siempre consigue comprender). Maupassant convive con las tribus nómadas en el desierto del Sáhara y descubre los devastadores efectos del sol en esa parte del mundo, la verdadera soledad de unos hombres que a fuerza de resistir a un medio tan hostil se han convertido en casi indestructibles; se cuela en un prostíbulo, el único lugar donde los hombres pueden contemplar a las mujeres; acompaña a una misión militar en busca de pozos de agua por territorios que en los mapas son sólo espacios sin accidentes, desconocidos, inexplorados
Y así, aprovechando cualquier pretexto para compartir la rutina de los habitantes nativos y de los adoptivos sus compatriotas, el autor nos muestra la complejidad de un país que abarca un vasto territorio lleno de contrastes, desde las grandes extensiones desérticas del Sáhara, hasta la fértil y poblada llanura de la Mitidja, las zonas montañosas en la región de Cabilia, o los frondosos vergeles del valle de Bu-Saada. Y en cada nueva región lo asombran sus habitantes, unas veces sólo las hienas, los escorpiones o los resistentes camellos, y otras los douars, los trafis, los mozabites, los judíos o los propios colonos franceses, derrotados una y otra vez a causa de su ceguera y obstinación. Este volumen de viajes se completa con distintos