Sevilla jugó un papel fundamental en la Guerra de la Independencia. Fue sede de la Junta Suprema sevillana una vez que se produjo la "revolución santa" de mayo de 1808. Desde Sevilla se declaró la guerra a Napoleón y se estableció la paz con Inglaterra. Fue el epicentro de los grandes días de gloria que siguieron al triunfo de Bailén, que fue obra de su Junta. Sede posterior de la Junta Central, la ciudad fue capital de la España libre frente al Madrid napoleónico. Pero, tras su rendición sin lucha ante el ejército de José Napoleón I, Sevilla se convirtió en la ciudad más afrancesada de la Península. Durante dos años y medio la población convivió y colaboró con el ejército napoleónico, un asunto olvidado y silenciado pero de la mayor importancia en el pasado de la capital.