El objetivo de esta publicación es tratar de indagar los comportamientos de la comunidad monástica entendida como una célula social, como una familia, que comparte un espacio que se supone funcional y jerarquizado dentro del cual los miembros de aquélla, igualmente jerarquizados, establecen relaciones de convivencia de acuerdo con las prescripciones de las diferentes reglas. En ese juego de relaciones, la comunidad se comporta realmente como un grupo familiar. Ello quiere decir que, como sucede en la familia biológica, bajo una fraternidad sobreentendida aunque muchas veces ficticia, en el monasterio se viven tensiones de muy diverso género, que es necesario encauzar y ordenar. Así, de la envidia inconsolable a la caridad ilimitada, de la soberbia mundanizada a la humildad ascética, cada monje, a menudo víctima gustosa de la gula y la lujuria, encontró en los poemas y en la iconografía la representación entre sarcástica y piadosa de un modo de vida con demasiadas facetas como para abarcarlas en un solo boceto, en una única mirada.