En La vuelta al día en ochenta mundos (1967) Julio Cortázar propone desde el título, una visión distinta de la conocida. Ese es el sentido de la inversión del título de la obra clásica de Julio Verne. A partir de ahí arrancan los efectos de "improvisación" y disgresión repartidos a lo largo de los "ochenta mundos": "A mi tocayo le debo el título de este libro y a Lester Young la libertad de alterarlo sin ofender la saga de Phileas Fogg". Julio Verne y el jazz se conjugan y dialogan en la escritura intersticial de Cortázar y sus mundos. El libro muestra la formación universal del autor y puede considerarse como su enciclopedia personal en donde se incluyen sus reflexiones sobre la literatura, el mundo, su posición política, su creación poética, sus lecturas y autores preferidos, sus descubrimientos por analogías, su sentido del humor. Un inventario tan variado que gira permanentemente en torno de sus preocupaciones fundamentales. : En este collage donde se recorre un largo y variado itinerario con la misma liviandad que empleara Phileas Fogg en dar la vuelta al planeta, Julio Cortázar vuela, navega y camina hacia escalas tales como: Soliloquio ante una hoguera, Para llegar a Lezama Lima, De la seriedad en los velorios, Grave problema argentino: querido amigo, estimado o el nombre a secas, Jack the Ripper Blues, Del sentimiento de no estar del todo, Julios en acción, -Yo podría bailar este sillón -dijo Isadora, Louis enormísimo cronopio, Mi amistad con Teodoro W. Adorno, La vuelta al piano de Thelonius Monk, y muchas más que hacen un recorrido diverso y excitante, acompañado por viñetas, fotografías e ilustraciones que otro Julio, Silva, prepara y dispone amenizando un viaje tan pleno de sorpresas como el del famoso personaje de Julio Verne. «Todo participa de esa respiración de la esponja en la que continuamente entran y salen peces de recuerdo, alianzas fulminantes de tiempos y estados, y materias que la seriedad, esa señora demasiado escuchada, consideraría inconciliables», dice Cortázar y lanza al lector en su mundo de mundos, en su cajón de sastre, en su pecera oceánica de recuentos, recortes y recuerdos.