El verdadero descubrimiento de lo que era y representaba la pintura de Diego Rodríguez de Silva Velázquez (1599-1660) fue ya obra del siglo XIX. Las colecciones pictóricas del patrimonio real pasaron a ser propiedad nacional y quedaron integradas en el Museo del Prado, fundado en 1819. Paralelamente, su obra fue redescubierta por Goya, sobre el cual iba a tener gran influencia, como más tarde la tuvo sobre Manet —que le nombró «pintor de pintores»— y el impresionismo en general. La trayectoria de Velázquez puede ser considerada como una constante investigación de la relación entre la pintura y la naturaleza, en la que la pincelada toma el papel principal. A medida que la desarrolló, logró un naturalismo físico y psicológico sin precedentes con pinceladas progresivamente más pronunciadas y más elegantes, consiguiendo efectos milagrosos de ilusión con una técnica condensada y asombrosa, basada más en la deducción que en la elaboración del detalle. La síntesis de la vida y la obra de Velázquez que el profesor Santiago Alcolea i Gil realiza en este libro ofrece al lector una amplia panorámica de uno de los creadores más señalados de la pintura universal.