Quien no lleva vestido, como metáfora de la dignidad, nos pide algo a cambio, la justicia que le corresponde a cada persona. La obra de misericordia que estipula que debemos vestir al desnudo, reconociendo su dignidad, no consiste en ofrecer lo que «nos sobra», sino en comprometernos en el destino de los demás como hizo el samaritano del evangelio.