Con Johannes Climacus, o De todo hay que dudar (1842), Kierkegaard se proponía «herir a la filosofía», especialmente al idealismo hegeliano, y su primer paso fue elegir, no la forma de un tratado, sino la de un relato. Sobre un fondo autobiográfico, narra la evolución espiritual de un joven empeñado en filosofar y describe el desarrollo dialéctico de su pensamiento.