Al tratar de numerosos aspectos de la Edad Media resulta inevitable repetir el tópico de que fue una cultura profundamente religiosa. Recientes investigaciones han permitido ampliar el conocimiento a campos antes desconocidos de la sociedad medieval, pero siempre como transfondo surge la religión cristiana, verdadero eje de la vida de los hombres: el curso del año se medía por el calendario litúrgico, y todos los acontecimientos, fueran sacros o profanos se desarrollaban en el marco de la iglesia o de la catedral. Hoy, distanciados por el tiempo y por la diferente forma de vida, es difícil comprender aquella mentalidad en la que la Virgen, Jesús y los santos eran referentes cotidianos. Si algo puede todavía ayudar a recuperar ese sentido de devoción popular, es indudablemente la fiesta de la Navidad, con sus tradicionales belenes y villancicos que nos acercan a la vida de Jesús niño.