La obra aborda el desarrollo del drama sin palabras como género privilegiado para la reteatralización de nuestra escena, en tanto forma que entroncaba con el drama clásico y, además, como género que establecía una oposición frontal al teatro naturalista. En último término, la pantomima constituyó un eslabón fundamental en la forja de un nuevo modelo de actor, inutilizado en su oratoria grandilocuente y forzado, en consecuencia, a hacer de su cuerpo y, sobre todo, de su rostro un hecho de significación total. Se analizan aquí las aportaciones que al género pantomímico realizaron autores como Benavente, Gómez de la Serna, Martínez Sierra, Tomás Borrás y García Lorca, entre otros.