Para una quinta parte del mundo –mil millones de personas, cincuenta países– nada funciona. Asediados por la pobreza, las guerras civiles y los golpes de Estado, sin comercio ni esperanza, sin verdaderos "Estados fallidos". Peor aún, en ellos falla hasta lo positivo: las riquezas naturales, la ayuda extranjera o las elecciones democráticas pueden significar una trampa más.