Tras el regreso de Fernando VII en 1814 y después del recibimiento dispensado por los diputados firmantes del Manifiesto de los persas, el monarca declaró que no estaba dispuesto a ceder un ápice su soberanía, e implantó un durísimo régimen coercitivo, que le sirvió, no solo para la ejecución de una venganza personal, también para afianzar el regreso del Antiguo Régimen.